La cocina gallega tiene características muy propias y ha debido mantenerse durante siglos dentro de unos límites muy concretos. No es una cocina de grandes recetas, aunque lo sea de felices asociaciones. Una cocina en la que entran productos naturales de excepcional calidad y a la que se han ido incorporando a lo largo de los siglos productos foráneos, como por ejemplo el arroz.
Su historia data de muy antiguo; la primera cultura que dejó su huella en Galicia fue la celta, a la que le sucedió una honda romanización. Quizás la cocina gallega tenga tres grandes periodos: el antiguo, del que no se sabe mucho, ni se conocen sus recetarios (¿cómo comía un abad de Sobrado o un conde de Lemos, su salmón de Pascua el rey Alfonso o sus capones el obispo de Orense?); el periodo de la cultura de los pazos, en el que esta cocina se enriqueció notablemente y refinó, y el periodo moderno; la cocina de la burguesía gallega del siglo XX, ampliada con recetas foráneas, traídas por los funcionarios civiles y los militares destinados a nuestro país. En conjunto, repetimos, una cocina en la que entran excepcionales productos naturales, pero sin grandes fórmulas. Una cocina a la que dan variedad los mariscos, los diversos pescados, las verduras propias como los grelos, y en la que se han producido grandes sustituciones, no muy afortunadas, como la de la castaña por la patata, por ejemplo.
En fin, una cocina muy diferenciada en sus platos esenciales la de este rincón de España, lacoeiro, pulpeiro, lampreeiro, marisquiero, empanadeiro… en el que las hambres antiguas hacen que hoy se celebren fiestas gastronómicas por doquier.
La gastronomía gallega está marcada por su carácter marítimo; aquí encontraremos los más exquisitos mariscos y pescados, preparados en diversidad de modos tradicionales. El pulpo a la gallega y la empanada cuentan entre sus platos más célebres. Sus dulces tradicionales, muchos resultado de recetas monacales, junto con su suave vino ribeiro hacen famosa por el buen comer a esta encantadora región.
Dentro de esta serie de influencias importadas América ha jugado, sin duda, un papel fundamental: Patata, maíz, pimiento, pimentones o tomate.
Existen en Galicia dos zonas culinarias bien diferenciadas. Por una parte está la zona costera, con abundantes productos del mar frescos, mayor presencia del maíz y, en general, más y mejores hortalizas. A su vez, el interior consumía menos pescado, limitándose a aquellos que se comercializaban secos (congrio, cazón, pulpo) o salados (sardinas, arenques, bacalao), de ahí que sea O Carballiño, en el interior, la capital del pulpo, mientras que tiene una mayor presencia de algunas verduras que precisan del frío para desarrollar sus propiedades (grelo), de la castaña, de caza y pesca de río en las zonas de montaña y sobre todo del cerdo, que si bien es el rey indiscutible de la cocina gallega, es en el interior donde encuentra mayor variedad de preparaciones. Dentro de esta cocina de interior los embutidos tienen una especial importancia, como los célebres chorizos de Lalín, los chorizos ceboleiros o de cabazo de la provincia de Ourense, o embutidos fronterizos como el Botelo (también llamado butelo o pigureiro) o la Androlla. Es también en esta zona interior donde se preparan los jamones, entre los que destacan los de la localidad lucense de Monterroso, diferentes en textura y aroma a los tradicionales en el resto de la Península. En el apartado dulce, Galicia tiene dos influencias fundamentales. Por una parte es evidente la influencia de las órdenes religiosas en la cantidad de recetas que incluyen el uso de almendras, un producto que no se da en Galicia. La tarta de Santiago, la tarta de Mondoñedo o los almendrados de Allariz son los ejemplos más populares. Por otro lado hay una cierta influencia portuguesa, especialmente en la zona sur, en la elaboración de dulces a base de yema. Otros dulces netamente gallegos son la orejas (masa frita espolvoreada con azúcar), las filloas (similares a los frisuelos asturianos) que suelen servirse con miel o rellenas de crema o las hojas de limón (envueltas en masa y fritas).
El pote es un recipiente de cocina muy empleado en las cocinas tradicionales para cocer alimentos durante periodos de tiempo prolongados, generalmente estofados o guisos.
Entrantes
Caldo gallego, empanada, salpicón de pescado y marisco.
Mariscos
Berberechos, lubrigante, percebes, pulpo, vieiras
Pescados
Bacalao, cocochas de merluza, rape, lubina
Carnes
Carrillera de ternera gallega, entrecot, jarrete, lacón con grelos
Postres
Filloas, tarta de Santiago, queso con membrillo